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¿Qué ver en Plasencia?
¿Alguna vez has soñado con viajar por un lugar sacado de la época medieval y con mucha historia a sus espaldas? Entonces seguro que te encantará Plasencia. Te aseguramos que será una aventura que no te dejará indiferente. Y es que Plasencia lo tiene todo, une una bella historia, cultura, paisaje y monumentos y la gastronomía, con un ambiente propio de la zona en el que cada olor, cada sabor y cada imagen reflejan lo especial de la ciudad. ¡Es una de las ciudades con dos catedrales!
Antes de emprender un viaje es bueno saber qué sitios son los más recomendables para ver. Hay muchas razones para visitar Plasencia, que es una ciudad fundada a finales del siglo XII por el rey Alfonso VIII de Castilla y cuenta con multitud de monumentos y zonas de recreo aptas para los más pequeños. Así mismo se encuentra en un emplazamiento perfecto para coger el coche y visitar el Valle del Jerte o La Vera, parajes con multitud de piscinas naturales en las que podremos refrescarnos en verano. ¿Qué ver en Plasencia en un día?
Hoteles en Plasencia
Plasencia cuenta con multitud de hoteles tanto dentro de su casco histórico como en las afueras. Dejamos a cargo del visitante la elección más óptima en función de vuestras necesidades.
Índice
Muralla de Plasencia
La muralla medieval de Plasencia que rodea casi por completo el casco histórico. Construido en el siglo XII tras la conquista cristina, hoy en día se conservan muchos de sus muros y cubos defensivos.
También han sobrevivido hasta nuestros días gran parte de las puertas y pórticos, encargados de permitir el acceso al interior del recinto amurallado.
Entre los principales monumentos de Plasencia antigua se halla la Catedral Nueva, proyectada a finales del siglo XVI por algunos de los más afamados artistas y arquitectos de la época.A su lado, se encuentra la Catedral Vieja, ejemplo indiscutible de la etapa de transición del arte románico al gótico. De ella destaca su portada occidental, la torre del Melón y su espectacular claustro, que sirve como nexo de unión entre ambas catedrales. La Catedral de Plasencia sin duda es muy especial para esta localidad.
Dispersos por el centro y entramado urbano de Plasencia se pueden ver un buen número de iglesias y conventos. En algunas de ellas todavía se celebra culto, como es el caso de la iglesia de San Nicolás, la de San Esteban o la de San Pedro.
No obstante, otras han sido desacralizadas y utilizadas para otros fines culturales, sociales o turísticos. Este es el caso de la iglesia de Santa Ana, la de San Vicente Ferrer o el convento de Santo Domingo, empleado en la actualidad como parador turístico.
Entre sus edificios civiles destaca el Palacio Municipal. En el que llama poderosamente la atención la doble arcada renacentista y el autómata que da la hora desde una de sus férreas torres: el entrañable abuelo Mayorga.
A los pies del Ayuntamiento de Plasencia, se extiende la Plaza Mayor, centro neurálgico local de la ciudad desde el medievo y enclave idóneo para degustar la extensa y rica gastronomía placentina.
Entre los edificios civiles merece tu atención el Palacio del Marqués de Mirabel, edificado por orden de los Duques de Plasencia en el siglo XV y que hoy en día acoge un museo.
Otro de sus imperdibles es la Casa del Deán. Se trata de una construcción del siglo XVII en la que vivieron algunos de los deanes de la Catedral Vieja. Su portada está adintelada con columnas toscana y destaca su espectacular balcón de estilo neoclásico-corintio, culminado por un colosal escudo de Antonio Paniagua de Loaisa.
También podrás visitar la Casa de las Dos Torres, la Casa de las Argollas, el Palacio Carvajal Girón, el Palacio Almaraz, la Casa de las Infantas o la Casa del Doctor Trujillo.
Fuera del recinto amurallado se pueden visitar los restos del acueducto, encargado de recoger las aguas de la Sierra de Cabezabellosa y El Torno y que no tiene origen romano, sino medieval. Esta cañería fue mandada a construir por Juan de Flandes ya en el siglo XVI. Todavía se conservan unos 200 metros de esta portentosa construcción que alcanza los 18 metros en su punto más alto.
¿Dónde está Plasencia?
Se trata de una ciudad española perteneciente a la provincia de Cáceres y situada al norte de la comunidad autónoma extremeña, por ello conocida como «La Perla del Valle». En sus fronteras limita con cinco mancomunidades, tales como el Valle del Jerte, La Vera, Monfragüe y su Entorno, Valle del Alagón y Trasierra – Tierras de Granadilla. Además, es uno de los cuatro grandes núcleos de población que se encuentran en Extremadura, junto con Badajoz, Cáceres y Mérida.
Su extensión es más grande de lo que piensas, de casi 218 km2, y en ese terreno se ubican también localidades más pequeñas como San Gil y Pedrochano. Plasencia es el cuarto municipio más poblado de Extremadura, España con 40.360 habitantes, tal y como expresaba el Instituto Nacional de Estadísticas en los datos oficiales de 2017 (también es la segunda más poblada de la provincia de Cáceres). El gentilicio de Plasencia más usado es placentinos.
La ciudad cuenta con su propia cátedra formando la sede episcopal con diócesis propia. Asimismo, debido a su amplia población, también cuenta con otros servicios del Estado, así como de la Junta de Extremadura para ofrecer a sus ciudadanos lo que necesiten.
A menudo nos empeñamos en viajar lejos ignorando la belleza que tenemos más cerca. Conocer cada uno de nuestros rincones debería ser una máxima vital. Hoy nos toca adentrarnos en el corazón de Extremadura y España para desvelar las bondades de una de sus joyas: Plasencia… ¿Por qué debes visitarla? ¿Qué ver en Plasencia y alrededores?
En Plasencia destaca el sector servicio, por lo que su economía se sustenta básicamente por estas actividades, con más de mil establecimientos comerciales. Asimismo, el turismo es otro de los ejercicios que destaca en la zona ya que su conglomerado histórico está protegido como patrimonio al ser declarado bien de interés cultural.
En cuanto a sus festividades, son dos las que son declaradas de interés cultural: la Semana Santa y el Martes Mayor. Por otro lado, en cuanto a la educación de sus ciudadanos, la ciudad cuenta con un campus universitario que depende de la Universidad de Extremadura y en la que se estudian cuatro titulaciones diferentes de grado.
Historia de Plasencia
A orillas del río Jerte emerge esta población comprendida en la «Ruta de la Plata«, que fue conquistada por romanos y árabes hasta que Alfonso VIII la reconquistó allá por el año 1186. Este se estableció en la zona por motivos puramente militares y estratégicos a causa de la Reconquista. El motivo de este interés es que a pocos kilómetros de la ciudad se encontraban las fronteras de Castilla con el reino de León en la parte oeste y con los musulmanes al sur.
El carácter y espíritu militar que se percibe tras sus poderosas murallas (las cuales llegaron a albergar 78 defensivas, de las que hoy se conservan 22) y que han sobrevivido al tiempo, fue testigo de grandes batallas y hechos militares de la mano de sus caballeros placentinos.
Sin embargo, la ciudad fue también lugar de estudio y cultura atesorando hasta tres universidades, llegó a rivalizar en dignidad con Cáceres, tuvo obispo – el más poderoso de Extremadura – y conserva dos catedrales cargadas de arte.
Parte de ese arte escandaliza con los motivos procaces de la sillería catedralicia, plasmados por el escultor Rodrigo Alemán, quien dibujó esta pintoresca historia con una habilidad inmejorable, dando forma al irreverente mundo de los buhoneros, pícaros y mendigantes.
La Vía de la Plata era la que separaba la frontera de la zona extremeña de la leonesa. Esta era una de esas calzadas tan importantes de la época romana que se utilizaban para el comercio. Hoy en día es una ruta para realizar senderismo (una actividad que no te puedes perder en tu visita a Plasencia).
En su historia, la ciudad puede presumir de haber observado importantes acontecimientos como la boda de Juana de Castilla, la Beltraneja, durante la Guerra de Sucesión Castellana o el evento que daba lugar a la creación de Extremadura en 1653, la compra del voto en las Cortes de Castilla.
Además de conservar parte de sus fortificaciones, atesora docenas de leyendas que no hacen sino aumentar su desmesurado encanto. Cabe destacar su tradición de mercado, con ocho siglos de historia a sus espaldas.
Rutas desde Plasencia
Si la naturaleza es tu principal motivación, en Plasencia encontrarás decenas de rutas mágicas y fastuosas para perderte.
La del Alcornoque Solitario
Con una dificultad fácil, y un tiempo medio de poco más de 3 horas y media, esta ruta es perfecta para realizar por la mañana. Cuidado con hacer esta ruta en agosto y en horarios de tarde.
Su recorrido puede iniciarse en la ermita de San Lázaro y discurre unos metros por las orilla del Jerte hasta encontrar una vía de tren abandonada y que ahora hace las veces de vía verde.
Entre puentes, enclaves de piedra y alcornoques te cruzarás con fuentes de piedra o parajes espléndidos como «la Dehesa del Berrocalillo».
La del Merengue
En este caso la dificultad es moderada, aunque el ritmo lo marcas tú. Una época perfecta para hacer esta ruta es en noviembre, aunque os aconsejamos consultar el tiempo antes.
El camino puede iniciarse en el parque de la isla atravesando el barrio de San Miguel, camino de la ardalilla hasta cruzar (por debajo) la autovía A 66.
Después toca adentrarse por el camino viejo de Aldehuela del Jerte entre cancelas, fuentes de granito y una naturaleza viva y verde.
Dicen que todo el mundo debería visitar, al menos una vez en la vida, este envidiable empaque corporal y legendario de ciudad sólida, bella y monumental, que destaca entre las muchas que hay en esa entrañable tierra situada a los extremos del río Duero. Si no conoces Plasencia… no sabes lo que te estás perdiendo.
Comer en Plasencia
Que comer es un placer nadie lo discute ni lo pone en duda. En este aspecto, la ciudad de Plasencia es un paraíso para los amantes del buen manduque y de las tapas.
La gastronomía placentina tiene un gran reconocimiento. Y su prestigio se erige sobre maestros culinarios de la talla de Luis Irízar, Maite Mora o Jesús Fraguas, responsables de elevar los platos típicos de Plasencia a la categoría que se merecen.
Degustar sus deliciosos platos en cualquiera de los establecimientos de su Plaza Mayor o Casco Antiguo puede convertirse en toda una experiencia capaz de estimular los cinco sentidos. Los centros históricos de estas ciudades son una delicia para nuestro paladar.
Hablar de platos típicos de esta región y del vecino Valle del Jerte es hacerlo de sopas canas, sus patatas en escabeche, de sus judías verdes al estilo placentino, su revuelto de criadillas, el delicioso solomillo de jabalí, de su lagarto en salsa verde con ajo y perejil o de las truchas placeat (con jamón, champiñón, huevo duro y bañadas en caldo de pescado).
Este rincón puede no ser apetecible para veganos, pero la calidad de sus carnes resulta indiscutible. Entre estos manjares destacamos la extraída de la tradicional matanza del cerdo ibérico y las carnes de caza, como el jabalí, el venado y/o las perdices.
Teniendo en cuenta que es tierra de río, el pescado tampoco tiene desperdicio. No te puedes ir de Plasencia sin degustar su exquisito guiso de bacalao (para chuparse literalmente los dedos).
Si eres de los que no se puede ir de un sitio sin probar lo más típico y tradicional, tienes que poner un plato en la mesa de gazpacho, zorongollo (con pimiento, cebolla y huevo), que – dependiendo del momento del día – puedes (y debes) acompañar con pimientos, torreznos y chorizo (si lo pides a mitad del día) o con chocolate (si es la hora del desayuno).
Y si el dulce es tu perdición conviene que pruebes (o te lleves para casa) sus perrunillas, buñuelos de viento, galletas de higos, hornazos, o mantecados, entre otros manjares.
No podemos concluir la sección sin mencionar uno de sus productos estrella: el queso. Al denominado Torta del Casar, cuya fama le precede, dicen que hay que acompañarlo de miel o mermelada de la tierra para potenciar su sabor… una experiencia quasi religiosa.
Otro queso de igual prestigio es el de Ibores, algo más mantecoso e idóneo para degustar acompañado de dulce de membrillo e higos, seguro que repites.
Y para poner punto y final, no podemos obviar sus caldos. De entre todos, destacamos el vino blanco de la Sierra de Gata, el clarete de Montanchez, el tinto de Jerte o el de Cañamero, siendo su licor más representativo el de cerezas, premiado en varias ocasiones por su calidad y espectacularidad.